domingo, 27 de junio de 2021

28 de junio de 2021

         Estimada familia de san Francisco:

        ¡Cómo avanza el tiempo! Hoy quiero compartir con vosotros un sentimiento que me tiene atrapado: el sentimiento de alegría y de gratitud, este año, además, con el aliciente de poder vivirlo junto a vosotros. 

        Este próximo lunes, veintiocho de junio, se cumplen trece años de mi ordenación sacerdotal y al día siguiente, martes veintinueve de junio, solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, trece años, también, de la celebración de mi Primera Misa. ¡Qué maravilla, trece años ya! No lo digo como algo meritorio por mi parte, sino que, al contrario, son trece años dejando que el Señor actúe en mí y me vaya configurando como persona y como sacerdote dispuesto a darlo todo por todos cuantos me rodean. Son trece años de mucho sacrificio, entrega y alegría. Trece años en los que habiendo pasado por momentos muy difíciles y complicados no solo en el Ministerio sino en la propia vida y con la salud, sobre todo, puedo hacer un balance positivo, más que positivo y afirmar que, entregar mi vida a Cristo y a mis hermanos es lo más grande y hermoso que he podido hacer. A día de hoy, sólo puedo estar agradecido a Dios porque va trabajando en mí y me permite vivir este sacerdocio de la mejor manera que lo entiendo y sé. Soy consciente de que, por culpa de mi pecado, de mi debilidad, fallo… ¡mucho! Posiblemente, en muchas ocasiones, os haya hecho un daño que no buscaba, os haya podido ofender o, simplemente, no haya cubierto vuestras expectativas, ante todos estos acontecimientos y circunstancias permitidme que os pida perdón y que sepáis que intento mejorar día tras día, que si esto ha ocurrido en algún momento, que estoy convencido de que sí, podáis perdonarme mis equivocaciones o mis limitaciones que en ocasiones, también por salud, no me permiten llegar a todo lo que debería o creo que debería y eso que, para vuestra tranquilidad, estoy estable y bien, pero no quita que de vez en cuando tenga que pisar el freno y no poder estar en todo. Ruego, pues, que por todo esto me podáis perdonar.

        “Todo sacerdote está tomado entre los hombres y constituido a favor de los hombres” (Hb. 5, 1) Esta frase de san Pablo a los Hebreros fue la frase que yo elegí para mi Ordenación y Primera Misa. Siempre he pensado que mi vida sin la gente no tenía sentido puesto que quería dedicarme a ellos, a los más humildes, a los pobres, a los necesitados. Quería hacer de las personas el centro de mi existencia para que desde Cristo pudiese entregar mi vida por todos y cada uno de vosotros, por vuestras necesidades y alegrías. A lo largo de estos años de sacerdocio algunos son ya los lugares por los que he pasado: Marines y Olocau, siendo mi primer destino como Párroco. Después y a causa de mi enfermedad, cuando me trasladaron a Valencia estuve de Notario en el Tribunal Eclesiástico de Valencia y como capellán de la Basílica de la Virgen de los Desamparados y de la Iglesia del Salvador de Valencia. En todos esos sitios he conocido gente que me ha marcado, que ha dado sentido a mi vida sacerdocio. Luego ya tuve la suerte de venir junto a vosotros, junto a mi querida familia de san Francisco, y aunque la pandemia nos ha reducido mucho el
contacto y nos ha mantenido más tiempo alejados que juntos, puedo decir que la unión con vosotros es total y que, aunque no lo creáis, vivo permanentemente preocupados por vuestra felicidad y bienestar, al menos el espiritual, que es el que os puedo o intento proporcionaros. No puedo dejar de hacer mención al par de años donde pude desarrollar un voluntariado como capellán de prisión. Años en los que el poder entregarme a la gente más “despreciada” de nuestra sociedad pude ver a Cristo en cada uno de ellos, pude experimentar la máxima de “odiar el delito y compadecer al delincuente”, pude, en definitiva, acercarme a la miseria humana sin prejuicios, sin condenas y dar mi vida por quienes, en esos momentos, más lo necesitaban. ¡Cuántas vivencias! ¡Cuánto aprendizaje en tan pocos años! ¡Qué manera de deshacerme de prejuicios inútiles que lo único que originan son barreras en nuestro amor a los hermanos y a Dios! ¡Cuántas gracias debo darle al Padre!

        El sacerdocio no es renuncia sino elección. El sacerdocio es servicio y entrega como don Francisco Bort, el cura que tanto me ayudó en mi vocación y que me predicó en mi Primera Misa, me dijo insistentemente en esa celebración. Aprendí de él, el amor a Dios y a Cristo, la entrega desinteresada a los demás y múltiples vivencias más que me fueron configurando poco a poco esa vocación de la que hoy estoy hablando. Esa vocación que, con la ayuda de Dios, va dando frutos y perdurando en el tiempo.

        Recuerdo estos días todos los preparativos de la Primera Misa ¡qué ceremonia! Cómo se volcó mi Parroquia de san Pedro Apóstol de Paterna donde la celebré, donde había vivido toda mi vida fe. Entré a formar parte de ella con tan solo catorce años, como Catequista de Primera Comunión. En ella fui Confirmado, estuve en la Adoración Nocturna y colaboraba en todo lo que se me requería. Recuerdo que era el único joven, en ese aspecto, estaba solo pero nunca me importó porque siempre me sentí uno más de la Comunidad. Luego como seminarista fueron años muy gratificantes que nunca olvidaré, años en lo que la Hermandad del Ecce – Homo también estuve presente en mi vida y a la que no puedo dejar de agradecer su trato, sobre todo en los años en los que Antonio Parra (amigo, casi familia, muy querido por mí) y Manolo como presidentes estuvieron a mi lado con gran cariño. A ellos dos y a la Hermandad, también muchas gracias.

        Ese 28 de junio fue mágico, muy mágico, y no sólo porque coincidió que fue el día que España ganaba su primera Eurocopa ante Francia, ¡qué coincidencia para todos los que os guste el futbol ahora que estamos viviendo esa misma competición! (a mí no me gusta nada). Fue mágico porque por primera vez pude consagrar el pan y el vino, pude hacer presente al mismo Dios en medio de la Asamblea Parroquial. ¡Qué gran regalo me ha hecho Dios pudiendo celebrar la Eucaristía día tras día! Ese día lleno de signos y de símbolos permanece en mi corazón para siempre y quería compartirlo con vosotros. Lástima que, al no conocernos, no pudiésemos compartirlo juntos, pero ahora que tenemos la inmensa fortuna, al menos para mí, de ser familia gracias a San Francisco compartiremos, otros muchos momentos, que nos unirán más aún y que, nos permitirán vivir nuestra fe como un verdadero pueblo que camina hacia Dios nuestro Padre. Estamos a la espera de que nos den una fecha para poder celebrar una peregrinación al Santo Cáliz con motivo de su Año Santo, en cuanto lo tengamos claro así os lo anunciaremos, y, como anuncié no hace mucho tiempo, en cuanto podamos, que será a la vuelta del verano celebraremos un día de la Parroquia, un día de convivencia donde empezar a recuperar el tiempo perdido que la pandemia nos ha arrebatado.

        Hasta entonces, todos aquellos que os vayáis de vacaciones, pasad un feliz verano. Y a los que nos quedamos aquí, como digo siempre, “cuidando de la Parroquia” nos seguimos viendo cada día. El boletín, continua; el Evangelio, también y yo, ¡por supuesto que también si Dios lo permite!

        Recibid un cordial saludo, querida familia de san Francisco.

        ¡OS QUIERE, VUESTRO PÁRROCO!